
Cuando hablamos de veteranos de guerra, lo primero que se nos viene a la mente (o por lo menos en mi caso) es la imagen de ancianos o de personas de mediana edad, pero dicha estampa no coincide con la que la realidad nos ofrece. Son numerosos los jóvenes ex combatientes de Irak y Afganistán que acuden a menudo a los centros de beneficencia. Gran parte de estas personas padece problemas mentales -que a su vez, han desembocado en otro tipo de problemas- relacionados generalmente con el estrés postraumático. Según los datos ofrecidos por un estudio publicado en la revista Archives of Internal Medicine, las guerras de Irak y Afganistán han dejado secuelas mentales a más de 30.000 soldados. Esto quiere decir, que uno de cada cuatro soldados estadounidenses desplegados en dichos conflictos presenta algún tipo de trastorno mental. La cifra sube hasta el 31% si se incluyen problemas psicológicos como la violencia doméstica. Dicho estudio destaca, también, que más de la mitad de los soldados diagnosticados presentan más de una enfermedad mental.
El alto porcentaje de enfermedades mentales hace que el de suicidios sea también bastante alto. De hecho, al menos 6.256 estadounidenses veteranos de guerra se quitaron la vida en 2005, según datos proporcionados por la CBS. Eso supone 120 suicidios cada semana en solamente un año. Un dato a destacar de dicha investigación es que el mayor número de suicidios se registró entre veteranos de entre 20 y 24 años que cumplieron servicios en la guerra contra el terrorismo.
Con todo este compendio de datos y porcentajes, queda bastante claro una cosa: en las guerras, en los conflictos armados, hay muchos más perdedores que vencedores. Los únicos vencedores son los que se benefician sin participar en ella; los que sacan tajada a costa del sufrimiento y el dolor de otros. Otros que, en la mayoría de los casos, van al frente creyendo que lo hacen por una causa justa: defender a su patria y a la humanidad. La guerra de Irak -como muchos intuíamos desde hace bastante y como el tiempo ha desmostrado-, es un caso actual y claro. ¿Cuántos soldados no irían hasta allí creyendo que el verdadero objetivo de su país era liberar al pueblo iraquí de un dictador? ¿Cuántos soldados no irían creyendo que su misión era salvar al mundo de un inminente ataque nuclear? Probablemente demasiados. Probablemente muchos de ellos murieron engañados.